domingo, 10 de noviembre de 2013

París: día 1

Hace unas semanas, decidí irme a París durante una semana para descubrirla a fondo. Así que me cogí un vuelo para el día 29 de octubre, hasta el día 4 de noviembre. El vuelo salió a las 7 de la mañana, y, desde Marsella, tenía que coger un bus para que me llevase al aeropuerto. Pero resulta que no había bus hasta casi las 6 de la mañana, y tardaba 30 minutos en llegar y, luego, allí, cerraban las puertas de embarque a las 6:30. Por lo que no podía arriesgarme a irme a esa hora. Así que... tuve que irme el 28, lunes, por la noche, al aeropuerto, y dormir allí, junto con Tato, otro chico español que también se vino a París. Entre lo blanditas que eran las sillas de metal, y las moscas que había... ya os podéis imaginar lo que dormí. Al final acabé en el suelo, tapada todo lo que pude. Pero creo que lo que dormí fueron 2 horas como mucho.



A las 5.30 comenzamos a pasar, y a las 7 ya estábamos en el avión. La última vez (y primera) que viajé en avión, fue hace muchos años, por lo que no pude disfrutar del viaje; pero esta vez sí, me senté al lado de la ventana, y admiré el mundo desde arriba. Qué pequeña me sentí al ver que todo lo que, cada día, para mí era enorme, desde allí arriba, tenía el tamaño de una hormiga. Además, las nubes tenían una pinta esponjosa que daban ganas de comérselas...


A las 8 y algo llegamos a París.... ¡¡¡QUÉ FRÍO!!! Acostumbrada al clima marsellés, al bajar del avión me quedé congelada. Y lo mejor es que sólo me había llevado camisetas cortas porque creía que haría el mismo tiempo (ilusa de mí) y una sudadera (gracias a mi madre), así que me tocó estar toda la semana con la misma sudadera... Menos mal que una amiga española me dejó ropa.


Al llegar a París, preguntando, fui hacia el metro. Y... ¡¡vaya metro!! Es enorme, o, bueno, es normal para una ciudad así de grande, pero también estaba acostumbrada a las dos líneas de metro de Marsella. Pero enseguida aprendí a manejarme. Al llegar, tenía que ir hasta la oficina de Ceci (porque fue la que me acogió y cuidó durante los primeros dos días). Previamente, me indicó qué metros y buses tenía que coger para llegar. Pero lo que ella no sabía es que yo nunca me había manejado por una ciudad tan grande, y estaba asustadilla... Pero, al final, ¡¡logré llegar!! Y me encantó verla tan guapa como siempre y super trajeada y responsable. Le dí mi equipaje para no estar cargada todo el día, y ¡¡¡comenzó mi aventura por París...!!!
Por la mañana fui al museo del Louvre. Bueno, no pasé, pero estuve por ese bonito lugar toda la mañana, y comí allí.


Por la tarde, paseé por el Jardin de Tuileries, que es el que está al lado del Louvre. Y... ¡¡qué bonito!! Me senté en unas sillas que había alrededor de una fuente, y me perdí en el sonido del agua y de las gentes que pasaban por allí... Seguía teniendo frío, pero me sentía abrigada por la ciudad.

Cuando anocheció, Ceci salió de trabajar y nos llamamos, para ir hacia su casa. Oh la là! ¡Qué bonita! Tenía un encanto muy especial, con notitas de sonrisas pegadas en la pared del baño. Y la radio siempre puesta... Y la habitación de Ceci, con el suelo de moqueta (esto me encantó especialmente), y estas lucecitas en la pared...


Y no nos olvidemos de Galopa, que me enamoró...